Leticia Sabater, nueva operación y nueva canción 18 centímetros
No me gusta Leticia Sabater. A ver, concretemos y especifiquemos. No me gusta EL PERSONAJE de Leticia Sabater. Porque a LA PERSONA no la conozco. Y con mis ya casi 55 años de edad, habiendo aprendido a leñazos que no hay edad que se tercie que nos dure para siempre, prefiero no juzgar a nadie así, a lo tweetero, es decir, gratis y sin conocimiento.
Leticia María Sabater Alonso nació (wikipedísticamente) en Barcelona en 1966 y, según datos actualizados en 2025, tendría hoy 59 años. Tan solo 59 años pese a que los (posibles) excesos, el (supuesto) abuso de la cirugía o a la (más que probable) falta de veracidad de Wikipedia, le sumen unos cuantos más. Pero no es de ella, sino de su personaje, de nuevo, como cada verano, en boca de todos, de quien te quería hablar. Y no para mal sino para bien. Y no por el bien de ella, sino de nuestra salud mental.
No sé si la propia Leticia María Sabater Alonso construye su personaje de manera intencionada o piensa que, realmente, lo suyo no es extravagancia sino arte plástico de indudable exquisitez. Un HAMPARTE pero a lo personaje popular. Yo quiero pensar que ella encontró un mercado y el mercado la hizo a ella. Y es que, como bien dice Romuald Fons, experto en comunicación viral, en una entrevista reciente: "Hoy, más que nunca, el éxito está en polarizar o entretener. No hay término medio".
Leticia Sabater, el personaje, entretiene, da contenido a humoristas, streamers como Ibai Llanos, quien en 2024 dedicó un monólogo entero a su último "hit" musical, a programas amarillistas de televisiones rancias con públicos en la misma franja de edad que el personaje, a tweeteros de corta edad que creen que se van a comer el mundo (un momento antes de ser engullidos por ese mismo mundo que les rodea).
Y en toda esta vorágine de contenido en el que todas y todos, absolutamente todas y todos, creen estar por encima de Leticia, de su música de más que discutible calidad, de sus operaciones de resultados inclasificables, de sus testimonios desenfadados, nadie parece darse cuenta como refleja sus propias miserias. Aclaro, como reflejas tú, público, tus miserias, en el personaje.
Si Leticia Sabater no existiera buscaríamos otro personaje bufón, burlesco, al que escupir, insultar, del que reírse, porque las personas necesitamos vomitar nuestras miserias y nos complace enormemente hacerlo sobre otras u otros. Y de esto no se escapa nadie, ni mujeres ni hombres ni indefinidos ingrávidos.
María, que no me atraiga tu personaje y que evite vomitar mis miserias sobre él no significa que no te respete, porque ni te conozco ni me has hecho daño alguno ni representas una extravagante idea de vida que fuera o fuese dañina para nadie más. Tu personaje solo hace de espejo de las miserias humanas. Tu música se ríe de un mercado complaciente que abusa del autotune. Tus apariciones en el corazón se descojona del popularismo de cada nuevo personajillo que aparece en la palestra mediática. Incluso tus operaciones se parten el culo del afán desenfrenado por la belleza de bote. Y ya solo por eso, aunque no te siga, aunque no me guste la escenificación, respeto ese teatrillo humorístico que creas y, sobre todo, como te ríes de todos... y especialmente... de todas.
(Y ya de paso, me sirve este texto para ver qué tal reacciona Google al newsjacking, vamos, escribir de lo que es tendencia para buscar un posicionamiento natural rápido, pero que hoy los marketers venden con nueva palabreja.)

Leticia María Sabater Alonso nació (wikipedísticamente) en Barcelona en 1966 y, según datos actualizados en 2025, tendría hoy 59 años. Tan solo 59 años pese a que los (posibles) excesos, el (supuesto) abuso de la cirugía o a la (más que probable) falta de veracidad de Wikipedia, le sumen unos cuantos más. Pero no es de ella, sino de su personaje, de nuevo, como cada verano, en boca de todos, de quien te quería hablar. Y no para mal sino para bien. Y no por el bien de ella, sino de nuestra salud mental.
Leticia Sabater, el personaje
Leticia Sabater, a secas, es un personaje, construido y reconstruido durante los últimos 35 o 45 años. Y no concreto porque ya he perdido la cuenta. Un personaje que fue derivando de un trabajo dirigido a un público infantil hacia acompañar a este mismo público en su adolescencia (más de uno se hizo su primera paj.... mirando una foto suya, unos años mayor, quizás, o con su primer semi-desnudo en la Interviú) para luego fantasear a escondidas en el matrimonio mientras hacía dormir a la prole. Personaje que ahora acompaña a ese mismo público, ochentero, en una vejez, que no decadencia, que ya es inevitable, salvo que estires la pata.No sé si la propia Leticia María Sabater Alonso construye su personaje de manera intencionada o piensa que, realmente, lo suyo no es extravagancia sino arte plástico de indudable exquisitez. Un HAMPARTE pero a lo personaje popular. Yo quiero pensar que ella encontró un mercado y el mercado la hizo a ella. Y es que, como bien dice Romuald Fons, experto en comunicación viral, en una entrevista reciente: "Hoy, más que nunca, el éxito está en polarizar o entretener. No hay término medio".
Leticia Sabater, el personaje, entretiene, da contenido a humoristas, streamers como Ibai Llanos, quien en 2024 dedicó un monólogo entero a su último "hit" musical, a programas amarillistas de televisiones rancias con públicos en la misma franja de edad que el personaje, a tweeteros de corta edad que creen que se van a comer el mundo (un momento antes de ser engullidos por ese mismo mundo que les rodea).
Y en toda esta vorágine de contenido en el que todas y todos, absolutamente todas y todos, creen estar por encima de Leticia, de su música de más que discutible calidad, de sus operaciones de resultados inclasificables, de sus testimonios desenfadados, nadie parece darse cuenta como refleja sus propias miserias. Aclaro, como reflejas tú, público, tus miserias, en el personaje.
Si Leticia Sabater no existiera buscaríamos otro personaje bufón, burlesco, al que escupir, insultar, del que reírse, porque las personas necesitamos vomitar nuestras miserias y nos complace enormemente hacerlo sobre otras u otros. Y de esto no se escapa nadie, ni mujeres ni hombres ni indefinidos ingrávidos.
María, que no me atraiga tu personaje y que evite vomitar mis miserias sobre él no significa que no te respete, porque ni te conozco ni me has hecho daño alguno ni representas una extravagante idea de vida que fuera o fuese dañina para nadie más. Tu personaje solo hace de espejo de las miserias humanas. Tu música se ríe de un mercado complaciente que abusa del autotune. Tus apariciones en el corazón se descojona del popularismo de cada nuevo personajillo que aparece en la palestra mediática. Incluso tus operaciones se parten el culo del afán desenfrenado por la belleza de bote. Y ya solo por eso, aunque no te siga, aunque no me guste la escenificación, respeto ese teatrillo humorístico que creas y, sobre todo, como te ríes de todos... y especialmente... de todas.
(Y ya de paso, me sirve este texto para ver qué tal reacciona Google al newsjacking, vamos, escribir de lo que es tendencia para buscar un posicionamiento natural rápido, pero que hoy los marketers venden con nueva palabreja.)
Comentarios
Publicar un comentario