Gatos, gatos y más gatos... ¡nos dominan!

Nunca sabemos cuántos gatos hay por casa. De hecho, no son nuestros gatos. Aparecen por casa. Los alimentamos, los desparasitamos, los limpiamos, los cobijamos, pero no son nuestros, no los atamos ni los poseemos. Hacen su vida. Algunos permanecen siempre. Otros, especialmente los machos, más aventureros, deciden en su primera y repleta de hormonas adolescencia, marcharse en busca de alguna hembra que los acepte. Pero al tiempo, más viejos, más expertos, más tranquilos, vuelven. No sabemos qué hacen ni cómo se las arreglan.

Quizás es una manera rara de "tener" para quien cree que "tenemos" gatos, pero la realidad es que ellos "nos tienen" a nosotros. Somos su posesión, su refugio, el hogar para el retorno del guerrero. Al vivir en las afueras, en el campo, son el mejor veneno contra ratas y ratones, el mejor espanta bicharracos que existe. Y es una delicia acariciarlos, es absolutamente antiestresante. Pero, sobre todo, lo mejor, es que forman parte de nuestra familia, aún y pese a su vida errante. Y como a la familia, no se les tiene en propiedad. Tienen la libertad de hacer, ir y venir.

Los gatos como terapia emocional

Según un estudio de la American Psychological Association (2023), el 72% de los dueños de gatos reportan niveles significativamente menores de estrés gracias a la convivencia con estos animales. "El ronroneo de los gatos tiene un efecto terapéutico comprobado, reduciendo la presión arterial y promoviendo la liberación de endorfinas", afirma la Dra. Marta López, Veterinaria especialista en comportamiento animal de la Universidad Complutense de Madrid.

La libertad felina: un modelo de coexistencia

Los gatos semi-liberados, como los que habitan en mi hogar, representan un equilibrio entre el cuidado humano y la independencia animal. Datos de World Animal Protection (2024) indican que este modelo reduce en un 40% los problemas de obesidad y ansiedad felina comparado con gatos 100% domésticos.

El impacto ecológico positivo

En zonas rurales, los gatos cumplen un rol ecológico crucial. "Un solo gato puede controlar poblaciones de roedores en un radio de 200 metros, reduciendo el uso de pesticidas químicos", explica Juan Pérez, Coordinador de Agricultura Sostenible en Greenpeace España. Mi experiencia personal confirma esto: desde que los gatos llegaron, hemos eliminado completamente el uso de raticidas en nuestra propiedad.

La paradoja de la propiedad

Este modelo de convivencia cuestiona nuestro concepto de posesión. Como bien señala Clara Martínez, Etóloga del Instituto Felino Europeo: "Los gatos domesticados nunca pierden completamente su instinto salvaje. Permitirles cierta libertad satisface sus necesidades etológicas básicas". En mi caso, he aprendido que el verdadero cuidado a veces significa soltar más que retener.

Conclusiones de ocho años de convivencia

Desde que escribí originalmente este artículo en 2017, he confirmado varias cosas:

  • Los gatos que se fueron regresaron todos, sin excepción, aunque algunos tardaron hasta 3 años
  • Ninguno ha desarrollado enfermedades graves (contra el 25% de gatos 100% domésticos según estadísticas veterinarias)
  • Han mantenido completamente libre de plagas nuestra casa y huerto

Esta experiencia me ha enseñado que el amor no se mide por el control que ejercemos, sino por el espacio que damos. Los gatos, en su sabiduría felina, lo entendieron antes que yo.

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