Odio a los idiotas y no pienso pedir perdón por ello
A veces me sorprende esta sensación de aislamiento intelectual y emocional ante el mundo que me rodea. Esta mezcla de asco y extrañeza que me despiertan ciertas formas de pensar —o de no pensar , más bien—, como si viviese en una frecuencia que no termina de sintonizar con la masa. ¡Y no lo digo con orgullo! De hecho, cada vez que siento esa distancia me pregunto si no estaré simplemente proyectando mis frustraciones. Pero no. Hay algo más. Algo que no se me pasa. Y sin embargo, sé que no soy tan especial. ¡No puedo serlo! Esta rabia, este cansancio, esta necesidad de tomar distancia frente a la ignorancia militante y la estupidez orgullosa, no puede ser solo mía . Debe haber más como yo. Personas que sienten lo mismo y no lo gritan. Que no hacen ruido, pero que lo notan. Que también preferirían no tener que pensar tanto, pero no pueden evitarlo. Que viven con esa lucidez incómoda como si fuera una alergia crónica al pensamiento fácil. Este texto es para mí. Pero también para esos po...