Cuando la izquierda pulsó el botón: ideología, censura y decadencia en la era de la moderación digital

Lo que voy a relatar no es una teoría conspiranoica sobre mi blog, sino un testimonio tangible que confirma que la censura no solo es algorítmica: es humana, ideológica y deliberada. Una conversación con alguien que dirigió equipos de moderación en Twitter (ahora X) en EE.UU. y me hizo entender que aquello que siempre "sonaba a mito" es tristemente real.



La persona me contó que fue despedida abruptamente con la llegada de Elon Musk. La verdad es que la historia del despido es otra historia en sí misma y narra la forma despiadada que tiene Musk en dirigir sus empresas.

Todo empezó tras oírle afirmar que “X necesita la moderación que antes había en Twitter”. Eso, instintivamente y sin saber por qué me llevó a tirar de la cuerda. Y lo que encontré fue fascinante. Y triste.

Me confesó que en casos sensibles (pedofilia, pornografía…) sí trabajaban de forma seria. Pero que en contextos triviales, como censurar una teta en un cuadro decimonónico, la decisión dependía de moderadores externos de India o Filipinas, cuyas normas culturales detectaban esa imagen como “indecente”. En palabras literales: “culpa de los hindúes y los filipinos”. Insisto, palabras literales.

Más grave aún: el perfil ideológico de los equipos era marcado y cuidadosamente seleccionado. Cuando debían moderar "al otro bando", simplemente “se tapaban los ojos y pulsaban el botón”. La narrativa de “equilibrio neutral” saltaba por los aires frente a la moderación intencionada. Y en ese momento frente a mis ojos. ¡Me lo estaban constatando en primera persona!

Quiero reforzar esto con voces reconocidas que, tras vivirlo desde dentro, decidieron denunciarlo públicamente, porque cuando el mito se demuestra realidad delante tuya es imposible evitar que las dudas sobre su veracidad surjan:

Frances Haugen, exempleada de Facebook y denunciante (2021–2022)

En su famosa entrevista en 60 Minutes, dijo:

“There was conflict… between what was good for the public and what was good for Facebook. And Facebook […] chose over and over again to optimize for its own interests — like making more money”

Haugen expuso que los algoritmos promovían odio y polarización porque eso generaba más engagement, y que, tras las elecciones de 2020, los sistemas de seguridad se revirtieron para favorecer el crecimiento económico.

Sophie Zhang, científica de datos (2018–2020)

En 2020, Zhang filtró un largo mensaje interno denunciando la negligencia de Facebook frente a manipulaciones políticas globales. Dijo:

“Most of the world outside the West was effectively the Wild West with myself as the part-time dictator”

Su denuncia fue auténtica: rechazó un acuerdo de confidencialidad de 64 000 USD para poder hablar libremente.

Sarah Wynn‑Williams, exdirectora de políticas públicas (Careless People, 2025)

En su libro Careless People, denuncia la cultura tóxica y el desprecio por la ética o, como lo define, el uso de “lethal carelessness” en decisiones que priorizaban la entrada al mercado chino, la publicidad a adolescentes o la facilitación del odio étnico

Asegura que Facebook se convirtió en una máquina moralmente corrupta y que su comportamiento se ha sostenido durante años.

🧩 Lo que esto implica para mi blog y la libertad de las voces individuales

Estas voces no hablan de teorías. Hablan de realidades internas, de contratos de confidencialidad, de patrones sistemáticos.

Todos destacan que:

  1. La moderación no es neutral, porque la selección de personal y criterios es ideológica.

  2. Los algoritmos refuerzan lo que interesa, no lo que es justo.

  3. La gente que dirige esto sabe lo que hace; no son errores menores, son decisiones calculadas.

  4. La censura puede venir de izquierda, con buenas intenciones, pero es censura igual.

Si tu blog cae repentinamente en el limbo de indexación, como éste, sin errores técnicos y sin explicación, puede que estés siendo víctima de algo mucho más oscuro que un fallo SEO. No una conspiración personalizada, pero sí el resultado de un sistema que “pulsó un botón” porque no encajabas en su narrativa.

Estos testimonios, constatables y recientes, demuestran que el problema es estructural.

El silencio progresista no es ingenuidad: es violencia simbólica. Y este ensayo no es un grito al vacío, sino un llamado: para visibilizar lo invisible y cuestionar lo que se vende como progreso, cuando a la hora de la verdad cierra puertas.

Por mi parte, aunque ya lo haya denunciado en varios de mis blogs por activa y por pasiva, no creo, ni por un segundo, que haya una conspiración personal contra mí. No soy tan importante. Soy absolutamente anónimo e inofensivo.

Pero lo que sí creo —y cada vez con más fuerza— es que en un sistema donde los algoritmos obedecen sesgos ideológicos y los mecanismos de moderación se ejercen con opacidad y discrecionalidad, es perfectamente plausible que un blog como el mío —libre, crítico, no alineado, humanista progresista y ferozmente contrario al populismo identitario— pueda haber caído en una especie de señalamiento automatizado o, peor aún, manual, en una especie de fábrica de censura donde se pulsan botones indiscriminadamente.

Porque aunque aún no la he mencionado, actualmente el último reducto del wokismo y la superioridad moral, son los googlers. Los que trabajan dentro de Google. Los que tienen en sus manos qué se indexa y qué no. Qué genera dinero con AdSense y qué no.

No por lo que soy, sino por lo que escribo.

No por tener poder, sino por molestar silenciosamente al discurso dominante. Quizás mi blog fue víctima de una limpieza algorítmica masiva, de una cadena de "baneos blandos", de esas que nadie ve, que no se notifican, que no generan infracciones... pero que te condenan al olvido digital. Sin errores, sin alertas, sin explicaciones.

Simplemente dejas de existir en el índice de Google.

Y en este contexto, la pregunta no es si esto es cierto.

La pregunta es: ¿quién puede asegurar, con total honestidad, que no lo es?

Comentarios

Decálogo ideológico de este blog:
Dignidad, palabra y criterio.

Entradas populares