¿Por qué Google ha decidido borrar mi blog del mapa?
Yo lo digo aquí, en este blog que levanté con un puñado de ideas y la voluntad de compartirlas. Con más de 230 artículos publicados desde 2017, muchos de ellos explorando la ciclismo, la tecnología y mi tribuna personal —donde no rehuyo reflexiones anarco‑liberales sobre el individuo frente a la masa, el Estado o el establishment—, este espacio ya tuvo su momento de gloria.
Durante años Google me otorgaba visibilidad: se indexaba entre el 50 % y el 60 % del contenido, y algunos textos generaban miles de visitas. Pero hoy, en 2025, casi todo se ha esfumado: solo la página principal figura en los resultados y todo lo demás se ha convertido en “rastreado sin indexar” o se mantiene pendiente.
Hace un mes corregí un fallo de robots.txt y reenvíe el sitemap, pero el efecto es nulo. ¿Esto es culpa de la poca autoridad del dominio? ¿De un contenido que quizá “no encaja”? ¿O de algo peor?

Google presume (o al menos así lo vende) de organizar la información del mundo y hacerla útil. Pero si tú, lector, buscas algo extraño, profundo, divergente, como “epistemología decolonizadora”, Google te lleva a versiones light en grandes portales: definiciones planas, voces anodinas, sin asomo de la frescura intelectual que este blog representa, modestia aparte.
¿Dónde está el valor entonces de Google?
Para entenderlo, conviene saber cómo funciona el algoritmo. Google no mide el valor intelectual o la originalidad, sino señales observables: clics, tiempo en página, enlaces entrantes, volumen de búsquedas, autoridad.
Si un texto fue brillante en 2018, pero ahora apenas recibe visitas ni interacción, Google lo etiqueta como “poco útil” y lo excluye del índice. No es censura política ni ideológica, es un sesgo algorítmico estructural, que favorece lo que ya fue popular. Se conoce como el “efecto de cabeza frente al long‑tail”: lo más mainstream se refuerza, lo marginal se hunde.
Este sesgo no es exclusivo de Google; se ha documentado en redes sociales y plataformas de recomendaciones: priorizan lo popular, invisibilizan lo raro, incluso cuando lo raro aporta riqueza y diversidad.
A nivel académico lo llaman “popularidad sobre la novedad”, una tendencia que otorga autoridad a lo popular frente a la calidad, que queda relegada a un peso irrelevante. En buscadores se refleja en un algoritmo que apuesta por lo que ya generó engagement, no por lo que aporta perspectiva profunda.
Google se justifica diciendo que esto mejora la experiencia del usuario. Es mentira. El problema es que su definición de «experiencia» es el consumidor promedio, no el lector exigente, el investigador, la persona que busca algo que no está en el mainstream.
Así se sacrifica la oportunidad de descubrir contenido valioso pero minoritario.
Peor aún, esa práctica no solo margina blogs como éste; fomenta una cultura de auto‑plenitud en grandes dominios que reciclan superficiales versiones de temas profundos. Desde el establishment se señala a las fake news mientras redactores mal pagados usan masivamente IAs para publicar información superficial, muchas veces falsa -o como mínimo errónea- porque ni tan siquiera les importa verificar lo escrito.
Para Google, los creadores somos el ejército ubicado en la larga‑cola de las búsquedas, somos las bajas necesarias en una batalla que para nosotros y nosotras ya está perdida: sin señales masivas, no existimos.
Volviendo a lo mío... ¿Y tras fallar el sitemap.xml o el robots.txt, después de corregirlo, siguiendo las recomendaciones de Search Console, conseguí algo? Nada cambió. ¿Y si tampoco tengo autoridad de dominio? Entonces mi contenido es invisible, aunque sea relevante. Ese es el punto: no hay una contrapartida algorítmica interna que reivindique lo raro.
Mi dedo acusador no está solo en esto. Los estudios técnicos confirman que los sistemas de recomendación “sin mano humana” suelen suprimir lo minoritario y amplificar lo corriente.
La evidencia no se reduce solo a razonamientos. Wikipedia, en su entrada sobre sesgo algorítmico, explica cómo estos sistemas privilegian ciertos resultados por datos históricos, estructura económica o ajustes de diseño y cómo esa “suposición de neutralidad” encubre sesgos reales.
El problema se vuelve más complejo cuando a esa falsa “neutralidad algorítmica” se suman intereses comerciales: si un gran medio invierte en publicidad, sus artículos reciben tratamiento preferente, incluso una cobertura orgánica privilegiada.
¿Es eso conspiranoia? No.
Hay casos con historia: desde estereotipos pornográficos al buscar “black girls”, hasta supuestos sesgos políticos contra contenido conservador. Google lo ha mostrado en testigos, en investigación académica y en audiencias públicas. No es un monstruo malvado. Es un gigante entrenado en un entorno hostil a lo marginal que busca priorizar, sobre cualquier otra cosa, el beneficio de los inversores.
Yo no digo que mi blog esté siendo “cancelado” por su contenido anarco‑liberal. No hay una orden de censura. Pero sí afirmo —con pruebas— que Google está diseñado para ignorar discursos minoritarios. Ese es un hecho tecnológico, no una teoría conspirativa.
Y ser minoritario no significa ser inútil. Significa que la comunidad de potenciales lectores es pequeña frente a la población general de internautas. Pero la comunidad existe. Mis lectores están. Pero ahora no me encuentran.
¿Qué hago entonces?
Puedes ver este blog como un gesto valiente o como una pieza arqueológica del internet profundo. Y si quieres dialogar conmigo, aquí estoy. Un blog no es solo una página web: es un depósito de ideas y una invitación a pensar diferente.
Lo que Google decida hacer o despreciar no cambia eso.
Mi denuncia está lanzada:
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Exijo que el algoritmo cambie para valorar la profundidad, no solo el habla popular.
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Exijo transparencia real de cómo se evalúan estos textos minoritarios.
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Exijo un gesto real hacia la diversidad intelectual, que vaya más allá de embellecerlo en un webinar de ética tecnológica (algo muy del gusto de sus directivos).
Hasta entonces, quien necesite pensar, investigar o buscar una verdad alternativa —aunque esté escondida—, encontrará aquí una comunidad, en este blog.
Donde Google falla, podemos construir alternativa.
Yo lo digo en voz alta: Google ya no organiza la información real; organiza los clics convenientes. Y este blog no pedirá permiso para existir, ni aceptará el olvido como argumento.
Así que aquí seguimos: invisibles para el algoritmo, pero presentes para quien quiera desafiarlo.
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