Por qué el efectivo y el modo avión son actos de rebeldía hoy en día
Para la mayoría de las personas que viven en un estado mental básico o superficial, sin detenerse a profundizar ni cuestionar lo que les rodea, este texto puede parecer absurdo. No porque carezcan de alguna capacidad cognitiva especial, sino porque su forma de relacionarse con el mundo se limita a lo inmediato y automático.
No se trata de una discapacidad, sino de una falta de profundidad reflexiva, de un hábito mental que no se ha cultivado.
Por lo que si alguien en esa situación -más habitual de lo que queremos admitir- ve estas acciones como ridículas no invalida su sentido ni su importancia. Más bien, refleja la ausencia de auto-responsabilidad, entendida como la disposición consciente a hacerse cargo de uno mismo y de su entendimiento del mundo.
La auto-responsabilidad no implica saberlo todo, sino tener la intención, la curiosidad y el compromiso por aprender y cuestionar, aunque sea de forma gradual.

La rebelión silenciosa: efectivo y modo avión
En un mundo donde cada movimiento nuestro es rastreado, analizado y monetizado, pagar en efectivo y activar el modo avión se vuelven pequeños actos de resistencia.
El efectivo, esa forma de dinero tangible que podemos tocar, contar y esconder, es hoy un símbolo. No solo porque nos permite cierta privacidad financiera —pues no deja huella digital— sino porque nos libera del control que ejercen las grandes corporaciones y gobiernos sobre nuestras transacciones. Además de que nos hace más conscientes de lo que tenemos, de lo que podemos y de lo que hacemos. Hechos sobre los que se nos ha robado la capacidad de tener conciencia.
El modo avión es la manera más sencilla de desconectar del flujo constante de notificaciones, llamadas, mensajes y el ruido digital que nos satura. Al poner el móvil en modo avión, cortamos el acceso inmediato a nuestras conexiones digitales y, con ello, a la vigilancia tecnológica, el estrés y la manipulación algorítmica. Esto también nos hace más consciente ya que nos reconecta con el dónde estamos y el qué hacemos, el aquí y el ahora. Otro hecho sobre el que también se nos ha robado la capacidad de tener conciencia.
Estos gestos parecen mínimos, pero tienen un profundo trasfondo.
No se trata solo de una preferencia tecnológica o un hábito, sino de una reafirmación del individuo frente a los sistemas de control modernos.
La sociedad automatizada y la pérdida de la auto-responsabilidad
Hoy, la mayoría vive en lo que podríamos llamar “modo automático”. No por mala intención, sino porque el sistema nos educa para funcionar sin cuestionar.
El filósofo y sociólogo Herbert Marcuse, en su obra El hombre unidimensional (1964), advertía sobre cómo las sociedades tecnológicas modernas reducen el pensamiento crítico y la autonomía, convirtiendo a los individuos en partes funcionales de un sistema que no se cuestiona.
Si pagar con tarjeta o usar el móvil conectado es para muchos algo “normal” y “necesario”, eso no significa que no haya otra opción. La falta de cuestionamiento es, en realidad, un síntoma de una cultura que premia la comodidad a costa de la libertad.
Como dijo George Orwell:
“El peor enemigo de la libertad y el progreso es la apatía.”
La apatía hacia estas cuestiones es lo que permite que sistemas que vigilan y controlan cada aspecto de nuestra vida se consoliden sin resistencia.
El individuo frente al grupo: la perspectiva anarquista
Desde mi punto de vista, el individuo está por encima del grupo, pero reconozco que el individuo forma parte del grupo y lo necesita para desarrollarse. Esta visión se inspira en corrientes anarco-liberales y progresistas, donde la libertad individual no es un capricho egoísta sino la base para construir una sociedad más justa y libre.
El filósofo John Stuart Mill defendía la importancia de la libertad individual y el pensamiento crítico, pero también la necesidad de coexistir y respetar a los demás. Mill decía en Sobre la libertad (1859):
“La única libertad que merece ese nombre es la de perseguir nuestro propio bien a nuestra manera, siempre que no intentemos privar a otros de la suya.”
El efectivo y el modo avión son herramientas para proteger esa libertad individual frente a una sociedad que tiende a homogeneizar, vigilar y controlar.
¿Por qué el efectivo es un acto de rebeldía?
El dinero en efectivo es, en esencia, libertad monetaria. Cuando pagamos con tarjeta, dejamos un rastro digital que alimenta bases de datos, algoritmos de marketing y, en muchos casos, vigilancia estatal (fiscalidad depredativa). El uso exclusivo de medios digitales centralizados crea dependencias y vulnerabilidades.
La economista Mariana Mazzucato explica que el control sobre las tecnologías financieras se está concentrando en unas pocas corporaciones, que tienen un poder inmenso sobre nuestras vidas económicas.
Usar efectivo es desafiar ese control.
Además, el efectivo fomenta el anonimato y la privacidad, valores fundamentales para cualquier sociedad libre. Y, sobre todo, como apunta Mill, le da libertad "al otro/la otra" de decidir qué hacer con ese efectivo sin control externo, ni fiscalización ni sometimiento.
¿Y el modo avión?
El modo avión desconecta nuestro teléfono de todas las redes, eliminando la posibilidad de ser localizados, rastreados y bombardados con información manipulada.
Sherry Turkle, profesora del MIT y experta en tecnología y sociedad, señala en su libro Reclaiming Conversation (2015) que la sobreconectividad reduce nuestra capacidad para el pensamiento profundo y el diálogo auténtico.
El modo avión es un símbolo de la voluntad de recuperar el control sobre nuestra atención y nuestro tiempo, que las tecnologías modernas intentan capturar y explotar.
Nos permite dejar de ser producto (nuestro tiempo y atención) que es vendible a inversores y publicistas.
Replanteando la libertad en la era digital
La libertad no es solo poder hacer lo que uno quiere, sino también poder no hacer lo que el sistema nos impone sin pensar.
Como decía el activista y escritor Edward Snowden:
“El secreto a voces es que la vigilancia masiva no está diseñada para atraparnos haciendo cosas malas, sino para controlar nuestras vidas y evitar que nos organicemos contra el poder.”
Pagar en efectivo y activar el modo avión no son simplemente hábitos antiguos, son actos conscientes para afirmar que el individuo decide cuándo y cómo quiere ser controlado, si es que quiere.
Porque lo más temen las corporaciones es que, precisamente, no quieran ser controlados. No lo deseen. Y tengan que volver a las épocas de las imposiciones, lo que liberaría el conflicto frontal.
Porque al final siempre anhelaremos la libertad y el libre albedrío.
Solo que hoy no lo recordamos.
¿No es esto una batalla perdida?
Quizá para muchos parezca inútil o insignificante. Pero la historia nos enseña que los grandes cambios sociales comienzan con pequeñas insurrecciones cotidianas.
La filósofa Hannah Arendt definió la “acción” como el modo de intervenir en el mundo y crear cambio, por pequeño que sea. Cuando el individuo decide, consciente y libremente, apartarse del sistema, genera una grieta en la estructura dominante.
La libertad se construye día a día, con cada acto que reafirma nuestra autonomía.
No te dejes engañar por la aparente simplicidad o ridículo de estas acciones. El efectivo y el modo avión son símbolos poderosos en la lucha por recuperar la autonomía personal en un mundo que tiende a homogenizar y controlar.
Si decides adoptar estos actos, no será porque “no estés a la moda” o “no te adaptes a los tiempos”, sino porque has elegido tomar las riendas de tu vida, por encima de la comodidad y la pasividad.
Y en esa elección está la verdadera rebeldía: la de pensar por ti mismo y vivir según tus propios términos.
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