La cortesía perdida: el silencio como respuesta en el mundo freelance
El mundo freelance tiene sus retos, y quienes lo vivimos a diario lo sabemos bien. Nos enfrentamos a una lucha constante por abrirnos camino, tocando puertas en busca de nuevas oportunidades.
Pero lo que más duele no es cuando esas puertas no se abren; lo verdaderamente agotador es cuando no recibimos respuesta.
El silencio.
Esa ausencia de cortesía mínima que nos obliga a quedarnos en la incertidumbre.
El silencio como arma destructiva
Como freelance en el sector del marketing digital, estoy más que acostumbrado a que no todos los potenciales clientes estén interesados en mis servicios. Sé que, en muchos casos, las empresas ya tienen a alguien que les gestiona el SEO, el SEM o su presencia en redes sociales.
Lo que no puedo entender es por qué es tan difícil simplemente recibir un "no".
Si me dijeran que no, podría reorganizar mis esfuerzos, buscar nuevas oportunidades y cerrar ese capítulo sin resentimiento. Pero lo que encuentro con demasiada frecuencia es el silencio.
Esa falta de respuesta que te deja en una especie de limbo, preguntándote si insistir o si sencillamente dejarlo. Es una pérdida de tiempo y de energía emocional que los freelancers no deberíamos tener que soportar.
El silencio no es solo una falta de respeto, es una forma de desgaste que mina poco a poco. La resiliencia se hace más complicada de gestionar, requiere un esfuerzo extra, porque introduce en la ecuación a la incertidumbre.
Nos hace dudar, cuestionar si lo estamos haciendo bien, o si deberíamos insistir más. Pero, ¿por qué debemos enfrentarnos a la duda cuando un simple "no" bastaría?
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La disonancia entre lo que predican y lo que practican
Lo más irónico de esta situación es la fachada que algunas empresas presentan. Asisto a eventos de networking donde esas mismas compañías tinerfeñas o canarias, de todo tipo de tamaño y porte, que no se toman la molestia de contestar, se muestran como abanderadas de los valores humanos.
Hablan de empatía, de cuidar a las personas, de fomentar relaciones basadas en el respeto. Pero, ¿dónde queda todo eso cuando se trata de responder a una propuesta que no les interesa?
Esas empresas que predican el respeto y la responsabilidad social muchas veces son las mismas que ignoran con frialdad a quienes les ofrecemos servicios.
Sin embargo, cuando observas de cerca cómo se comportan con sus empleados o colaboradores, la fachada se desmorona. La realidad es mucho más fría y despiadada de lo que aparentan.
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¿Por qué el 'no' es tan difícil?
Reflexionando sobre esta situación, me pregunto: ¿por qué es tan complicado decir que no? ¿Es por miedo al conflicto, por falta de tiempo o simplemente por desinterés?
Todos estamos ocupados, pero un "no" claro y directo solo requiere un momento de cortesía. Decir "no" no es un rechazo personal, es una respuesta profesional que permite a ambas partes seguir adelante con sus respectivas prioridades.
Cuando alguien te dice "no", te está mostrando respeto.
Te permite cerrar esa puerta sin malos entendidos ni incertidumbre. Pero el silencio bloquea cualquier posibilidad de avanzar, crea frustración y, al final, deja un mal sabor de boca.
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La dualidad del cliente: cuando el silencio se convierte en interés
Aquí es donde la situación se vuelve más contradictoria. Aquellos que no se molestan en responder cuando les ofreces un servicio, son los mismos que te inundan con mensajes de publicidad cuando quieren que seas tú su cliente. Recibo correos, anuncios y hasta llamadas pidiéndome que compre sus productos o utilice sus servicios.
De repente, soy importante para ellos.
De repente, el trato es amable y cortés.
Es frustrante ver cómo esas mismas empresas que predican valores tan elevados solo se preocupan por sus clientes cuando les interesa vender. No es una relación recíproca; es puramente transaccional, y eso deja una profunda sensación de desilusión.
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La decisión de no apoyar a quien no te respeta
Por todo esto, he tomado una decisión personal: crear una lista negra de empresas con las que nunca haré negocios. No las apoyaré, ni compraré sus productos ni recomendaré sus servicios.
Si no respetan mi tiempo y mi esfuerzo como profesional, no merecen mi apoyo como consumidor.
Esto no es un acto de venganza, es un acto de dignidad.
Así como nosotros, los freelancers, debemos ganarnos la confianza y el respeto de nuestros clientes, ellos también deberían ganarse el nuestro. Y la mejor manera de hacerlo es con honestidad y respeto mutuo, empezando por algo tan simple como un "no, gracias".
No pido mucho, solo pido cortesía.
No espero que todos me contraten, pero sí que me respeten lo suficiente como para darme una respuesta clara. Un "no" es tan válido y necesario como un "sí", porque detrás de cada oferta de servicio hay una persona que merece ser tratada con respeto.
En un mundo donde todos predican empatía, la cortesía mínima debería ser la norma, no la excepción.
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