Desafío Teide 360 en MTB

Todos los ciclistas de montaña que pedalean en Tenerife conocen bien las restricciones que históricamente han impedido circular con las dos ruedas por el Parque Nacional del Teide. Comprensible desde ciertas ópticas de conservación y absolutamente frustrante desde la perspectiva del ciclismo responsable. Entiendo que se cierren senderos delicados y, por supuesto, se prohíba el fuera de pista, pero lo que sigue generando debate es la limitación para circular en bicicleta de montaña por las pistas forestales aún conservadas e, incluso, en uso por el propio personal del parque con sus vehículos todoterreno.

Sin embargo, en los últimos años hemos asistido a una evolución significativa en la gestión de los espacios naturales y su compatibilidad con el ciclismo. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de 2023, el cicloturismo en España generó más de 5.600 millones de euros en impacto económico directo, demostrando el potencial de esta actividad cuando se gestiona de forma sostenible.

Mapa del Parque Nacional del Teide

La evolución del diálogo entre conservación y ciclismo

El cambio de mentalidad no ha sido casual. Organizaciones ciclistas y entidades gestoras de espacios naturales han trabajado intensamente en los últimos años para establecer protocolos de convivencia. "Carlos de Andrés, Director del Organismo Autónomo Parques Nacionales" señaló recientemente que "estamos avanzando hacia modelos de gestión que compatibilizan la conservación con el uso público responsable, incluyendo el ciclismo en zonas previamente establecidas".

Esta evolución se refleja en iniciativas como las desarrolladas por clubes locales que, siguiendo estrictos protocolos de sostenibilidad, han demostrado que el ciclismo de montaña bien regulado puede ser compatible con la protección de ecosistemas sensibles. La clave reside en la educación, la señalización adecuada y el respeto escrupuloso por las normas establecidas.

Beneficios del ciclismo en entornos naturales protegidos

Más allá del aspecto recreativo, el acceso controlado a estos espacios ofrece beneficios tangibles tanto para los ciclistas como para las comunidades locales. Un estudio de la Federación Española de Cicloturismo de 2024 indica que las rutas que atraviesan espacios naturales protegidos tienen un 35% más de pernoctaciones en alojamientos locales comparedo con rutas convencionales.

"Elena Martínez, Presidenta de la Asociación Española de Guías de Cicloturismo" explica que "cuando se diseña adecuadamente, el cicloturismo en espacios protegidos se convierte en una herramienta de educación ambiental sobre ruedas, creando embajadores de la conservación".

Desde mi experiencia personal, pedalear por estos entornos únicos genera una conexión profunda con el territorio que trasciende el mero ejercicio físico. Cada respiro a más de 2.000 metros de altitud, cada curva que revela un nuevo paisaje volcánico, se convierte en un recordatorio de la fragilidad y belleza de estos ecosistemas.

El futuro de la movilidad sostenible en espacios naturales

Los datos más recientes apuntan a una tendencia alentadora. Según el Observatorio del Ciclismo de Montaña 2024, el 72% de los ciclistas encuestados declararon estar dispuestos a pagar una tasa de acceso si esto garantizara el mantenimiento de rutas sostenibles en espacios protegidos. Esta disposición refleja una madurez creciente en nuestra comunidad.

La tecnología también está jugando un papel crucial. Aplicaciones de geolocalización y sistemas de monitorización permiten ahora gestionar los flujos de ciclistas en tiempo real, evitando masificaciones y asegurando que se respeten las capacidades de carga de los ecosistemas.

"Miguel Ángel Soto, Responsable de Conservación de Espacios Naturales en SEO/BirdLife" añade que "el reto no es prohibir, sino ordenar. Con los protocolos adecuados, el ciclismo puede ser un aliado en la vigilancia y mantenimiento de estos espacios".

Reflexión personal: más allá de las prohibiciones

Después de años observando esta evolución, he llegado a la conclusión de que el verdadero cambio no está en las normas, sino en las mentalidades. Los ciclistas debemos asumir nuestra corresponsabilidad en la conservación, y los gestores deben reconocer que una prohibición absoluta rara vez es la solución más inteligente.

Recuerdo una conversación con un guarda del parque que me decía: "No es lo mismo un ciclista que corta camino por la vegetación que uno que sigue las pistas establecidas. El problema no es la bicicleta, es la actitud". Esa distinción me parece fundamental.

El camino forward pasa por más diálogo, más educación y más corresponsabilidad. Las próximas generaciones de ciclistas merecen heredar no solo el derecho a pedalear en estos espacios únicos, sino también la obligación de preservarlos para quienes vendrán después.

Mientras tanto, sigo soñando con el día en que podamos disfrutar responsablemente de la majestuosidad del Teide sobre dos ruedas, convertidos no en intrusos, sino en custodios temporales de su grandeza.

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Decálogo ideológico de este blog:
Dignidad, palabra y criterio.

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