Marketing Digital, el abismo entre la formación y la realidad

En el marketing y la comunicación digital hay dos mundos que intentan convivir y que, visto desde fuera, parece que coexisten y encajan perfectamente, pero cuando te acercas y miras debajo de la alfombra te das cuenta del gran abismo que los separa. Es el abismo de la realidad. Y esos dos mundos son el de la formación en el ámbito profesional que nos atañe y el del ejercicio de ese ámbito profesional en sí mismo. Empecemos por el principio.


marketing digital

¿Qué es el marketing y la comunicación digital?

Podemos definir a esta profesión como el uso de las tecnologías informáticas, especialmente en el ámbito de Internet, para la ejecución de estrategias de comunicación, y dentro de este concepto, estrategias de publicidad y marketing.

Desde este punto de vista la profesión requiere que el técnico tenga una pata en las tecnologías, una cara ingeniera, a la vez que posa su otra pata en la comunicación, otra cara periodística. Y como dos patas no se sostienen solas, no está de más tener una tercera apoyada en lo empresarial.

Esto no quiere decir que obligatoriamente (muy a pesar de unos cuantos) el marketer o comunicador digital deba ser ni ingeniero informático ni periodista (desde un punto de vista de titulación oficial).

Lo que quiere decir es que para trabajar eficazmente en alguno de los múltiples perfiles especializados relacionados con esta rama profesional (léase community manager, social media manager, search engine optimizer, content manager, curator manager o cualquier otro que se te ocurra) tienes que conocer las tecnologías sobre las que trabajas, debes tener los conceptos de la comunicación bien masticados y no está de más que entiendas el mundo de la empresa -incluso si tu trabajo lo haces para el entorno público o para el tercer sector-.

¿Cuál es el problema de la formación?

A mi juicio existen grandes formadores que se esfuerzan y empeñan en dar un contenido de calidad pero que constantemente son bombardeados por contraofertas de formación sprint, de fin de semana, o incluso charlas de unas cuantas horas. Esto no es nuevo, viene sucediendo desde finales de la primera década del siglo XXI.

(Realmente viene sucediendo desde siempre, en múltiples ámbitos, cuando son nuevos campos B2B. Los profesionales que no han podido competir y destacar en las tareas y especializadas ya implantadas aprovechan la aparición de una nueva técnica, una nueva estrategia, una nueva normativa, para ubicarse ahí. Al principio vendiendo humo. Y luego por la exigencia del día a día construyendo una nueva profesión. Un ejemplo, todo el pastel de "la calidad" con sus interminables ISO y normas.)

Pasa que algunos de estos primeros profesionales nunca han ejecutado o lo han hecho de manera muy puntual, pues su negocio es formar o dar charlas o postularse como un nuevo gurú escribiendo algún libro -gana el que primero publique... y venda-. Llenan sus discursos de frases hechas, promesas grandilocuentes, miedos aterradores si no haces caso. Pero por lo general, cuando sales de esta formación o charlas tienes la sensación de que vas a morir porque no dominas tal o cual cosa, pero al mismo tiempo no tienes ni idea de por dónde empezar.

A esto suma que fundaciones públicas, organismos públicos de diversos tipos y empresas privadas que dan formación subvencionada prefieren a profesores que "arrastren" público a incorporar a sus filas a profesionales en ejercicio y con el culo pelado.

Ni tan guapis, guapa

Lo cierto es que cualquiera de las variantes dentro del marketing y la comunicación que se desarrolla en Internet te hará rico. Hay profesionales que tienen cuentas que le son rentables o que trabajan para terceros que le dan estabilidad o que tuvieron la suerte de encajar en una gran compañía y convertirse en su nuevo gran fichaje (hasta que pase la moda).

Pero lo habitual es que quienes nos dedicamos a esto le echemos horas a una tarifa media de entre 5 y 15 euros la hora (con suerte), cobrando unos 200 a 300 euros por mantener vivo de uno o tres canales sociales. Eso con suerte. Porque luego están los jóvenes con ganas que caen en manos de "agencias" (sin estructura real) y que acaban como autónomos subcontratados -a veces ni eso y se les paga en B-. La "agencia" cobra esos 200 a 300 euracos y al joven recién titulado le pagará 100 ó 150 eurillos.

Para estar en este mundo te tienen que gustar las tecnologías y los ordenadores, aguantar que la gente te diga que estás todo el día "metido en Facebook", hacer mucho asesoramiento emprendedor y empresarial -que has ganado a fuerza de quemarte y equivocarte- sin que le den valor, te tiene que gustar escribir. Sobre todo escribir. Te debe apasionar. Te tiene que joder cometer una falta ortográfica o gramatical. Te tienes que adaptar constantemente a las modas y tendencias (con lo cansino que es eso). Y poco más.

Estoy convencido que si hiciéramos un estudio de abandono de la profesión nos llevaríamos una triste sorpresa. Los bajos salarios o el bajo precio que el mercado ha provocado en euros / hora, la agresiva competencia -que no tiende a crear mercado (porque hay mucho por hacer) sino a ir a por la cuenta que tiene el otro u otra-, la constante crítica al trabajo que haces que proviene de tus propios colegas -en el fondo la comunicación siempre acaba siendo emocional- pues, todo eso junto, provoca que jóvenes prometedores con mucho por hacer acaben abandonando el sector.

Aunque después de todo

Y aún así, es una profesión espectacularmente bonita, que te va a permitir estar en una ola creativa de manera constante, casi ininterrumpida, que te va a permitir conocer a mucha gente y a veces hasta parecer cool, si eso es algo que te gusta porque estás en la tontería de los veintitantos.

Yo solo espero que estos barros se aposenten en un buen firme, la profesión termine por definirse y los centros que hoy imparten formaciones no regladas pero que son la antesala a las titulaciones oficiales que más tarde o más temprano tendrán que llegar cuenten con profesionales con el culo pelado. No tiene que ser conmigo, que si me llaman, aquí estoy. Pero hay muchos. ¡Ah! Y en Tenerife hay muchos y muy buenos.

Comentarios