¿Sabes por qué correr, pedalear... sudar?

(c) Carmón C.C. Fotógrafos.
Tengo 45 años. Cierta tendencia a la obesidad “canaria”, ya sabes, exceso de consumo de azúcar y tripa redondita, lisa, bien llena. Puede que tenga muchas cuentas pendientes conmigo mismo, no lo sé, pero desde luego tengo ya algunas cosas claras. Muy pocas. Pero justo las necesarias.

Me he sentido muy a menudo como alguien fuera de lugar y de tiempo. No es un sentimiento único, como bien dice, más o menos, un ser especial que he vuelto a reencontrar últimamente, los “raros” solemos juntarnos por una mera cuestión de supervivencia.

No me atrae el fútbol sino la montaña. No me atrae competir sino retarme. No me atraen las discotecas ni las fiestas sino las guitarras. No me atraen las Olimpiadas sino las personas y sus porqués.

Siempre he practicado algo de deporte, no mucho, de forma amateur, con espacios de tiempo intermedios donde lo principal era el silloning. Un poco de senderismo, un poco de ciclismo de montaña, un algo de artes marciales y un pizco de actividades en salas de gimnasios llenos de culos embutidos en mallas apretadas.

Pero hasta ahora no me lo había planteado un poco, un poquito, más en serio. Quería saber si podía correr una carrera de obstáculos, y participé en la Dragon, quería saber si era capaz de repetirlo y participé desastrosamente (desde el punto de vista deportivo) en la Infinity, en la de 10, nada más y nada menos. Un éxito personal pese a superar los tiempos máximos y no cumplir con mi objetivo. Un éxito porque lo hice. Yo, este cuarentón pasado de temperatura y 15 kilos de más. Lo hice.

¿Por qué sudar? ¿Por qué salir al monte en la bicicleta o andar por esos andurriales corriendo? Y lo más extraño, por qué coño exponerlo públicamente. La respuesta está en la vanidad, en la necesidad de que nos reconozcan y nos quieran. Eso diría un psicólogo. Puede ser, para qué negarlo. Pero si sirvo de ejemplo para que otros cuarentones camino del lustro se sacudan de encima esa estúpida madurez que se nos presupone, entonces valdrá la pena.

Para mí, personas como Valentí Sanjuan o César Sar son unos referentes porque cambiaron su vida. Pero sus circunstancias a todas luces son otras. No hay familia o no hay edad o no hay hipoteca, o sí que puede que las haya. Pero no es mi objetivo ser ellos ni ningún otro. Aún siendo ejemplos y referentes. La pregunta, mi pregunta, es si yo podía cambiar y ser eso que quería ser. Hacer un trabajo que de una manera u otra beneficiara a otros (¡gracias Isa y Juanjo!). Trabajar con personas y no con números correlativos. Recuperar mis aficiones y mis gustos sin tabúes: soy friki (me gusta el modelismo y la tecnología y los cómics y la fantasía y la ciencia ficción y la que no es tan ficción y otras cosas que no son el fútbol). Lo he sido siempre. Ahora (por suerte) está de moda. Y correr. O pedalear. Pero sudar. Y retarme. Llegar un poco más allá de donde había llegado antes, yo, no otro, sino yo. Saber que puedo superar esos retos y que puedo soñar con otros nuevos. Es lo que yo quería. Es lo que estoy haciendo. Es lo que me permito hacer ahora. Lo que la madurez no me dejaba. Ni la sensatez. Ni las opiniones de los sensatos que me rodeaban y tenían planes para mí.

Por eso he decidido sudar. Por mí. Por mi vanidad. Por reconocerme a mí mismo. Y mostrarlo como grito de guerra, para llamar a las armas a los cuarentones y cincuentones y sesentones y a todo aquel que, encasillado cual ficha triste y desvaída, sueña con otro yo visto en la lejanía y a tan sólo la distancia del reflejo en un espejo.

Así que suda, cabrón. Suda. Y mueve ese puto cuerpo. Porque si yo puedo, TÚ PUEDES.

Comentarios

Publicar un comentario